lunes, 12 de agosto de 2013

Alipranti, el pastor errante



Por Kiko Valiente

Hace aproximadamente un año, cuando todavía no teníamos ni claro qué nombre le daríamos al trabajo que estamos realizando el equipo de Alimentación en Cadena, me encontré con una historia interesante. Como fotógrafo ya había realizado trabajos sobre el duro oficio de pastor en nuestra provincia, pero no me había encontrado hasta entonces con la dura realidad de tener que vivir en la calle porque tu trabajo y tu país están muy lejos de donde uno mora habitualmente.


Alipranti, así se llamaba este pastor rumano. Ya me había percatado de su presencia por las calles de Albacete y quizás mi egoísta ambición de captar la pena de los demás me llevó hasta él. Amablemente se prestó para que lo retratase en lo que había sido el último mes en nuestra ciudad y al calor de un café me contó su historia.


Este pastor había tenido que emigrar de su país como muchos albaceteños y albaceteñas lo están teniendo que hacer hoy por la crisis. Desde entonces decidió venir a España a probar suerte. Buscaba trabajo de lo que sea, bien de pastor, bien de camarero o de albañil. En concreto, a lo que más se había dedicado en nuestra provincia era a las tareas del campo, recogiendo patatas aquí, cebollas allá. Alipranti también sabía cantar y, de hecho, me contó que en su país era otra de sus profesiones. Me pidió ayuda para encontrar un sitio donde estuvieran dispuestos a escuchar su voz y poder sacar algo de dinero. No pude hacerlo, porque ya sabemos cómo se valora la vida de artista en nuestra ciudad.


La última vez que vi a este alma errante seguía igual, durmiendo con suerte algunas noches en los albergues para vagabundos de la ciudad y otras, no tan suertudas, en algún cajero automático donde pudiera guarecerse las largas noches del invierno albaceteño. El resto del día se dedica a pedir por las calles y esquinas de nuestra ciudad con su cartel donde reza la siguiente frase: "Soi pastor (ovejas) no tengo trabajo y nada para vivir".


La moraleja de esto es que quizás la suerte de este rumano no tenga porqué ser diferente de otros pastores españoles cada día más castigados por la crisis.

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